divendres, 31 de maig del 2013

Aloe vera, planta que cura




Aloe vera la planta que cura


Recordemos que, en nuestros países llamados avanzados,

un nuevo medicamento o una preparación hecha con

plantas sólo son reconocidos por la medicina oficial si se

conoce su exacta composición química. Así pues, una planta

como el áloe, que ha dado pruebas desde siglos atrás y que

pertenece a la farmacopea tradicional de los curanderos y de los

herbolarios de todo el mundo, sólo será aceptada oficialmente

cuando haya pasado por el estrecho tamiz del protocolo

experimental. Y cuando se conoce la guerra feroz a la que se

libran en la sombra los laboratorios farmacéuticos, se

comprende mejor el porqué los enormes intereses financieros

en juego consiguen retrasar la puesta en venta libre de

excelentes productos naturales y baratos. Es evidente que una

planta que todo el mundo puede coger en los campos, cultivar

en su terraza o en su jardín, capaz de curar numerosas

enfermedades, crea un cierto desorden en el panorama del

medical business internacional.

Se utilizó primero en polvo*, fabricado a partir de las hojas

secas de la planta que se podían transportar, y también se

utilizó, en los países productores, la savia rosácea secretada por

la piel superficial de la hoja del áloe. Este método de primeras

curas se emplea todavía en las Antillas y en otros numerosos

países del Tercer Mundo. Ha sido tan sólo recientemente que se

ha conseguido estabilizar el gel activo pero inestable de la

pulpa del aloe vera, para uso prolongado. Actualmente es este

gel mucilaginoso que contienen las hojas – la parte más activa

del áloe – lo que se utiliza.

La aloína, colagoga*, estomacal*, laxante* y purgante*,

contenida en la “savia” de las células pericíclicas del áloe

representaba para los antiguos un verdadero elixir de larga vida.

Pero eran pocos los entendidos capaces de diferenciar esta

savia amarillo-rosácea del gel incoloro del corazón de las hojas

del áloe. Sin embargo es este gel astringente*, bactericida*,

béquico*, cicatrizante*, fungicida*, antiinflamatorio*,

hemostático*, y virulicida*, la parte más activa de la planta.

Anestesia los tejidos, suprime los picores, (alivia las picaduras

de insectos). Combate también con éxito la fiebre y el

estreñimiento, dilata los vasos capilares y clarifica la sangre. En

dermatología, el gel del áloe revitaliza los tejidos, “digiere” las

células muertas, hidrata las pieles secas y penetra

profundamente la dermis* para su mayor beneficio.

En el curso de la última mitad del siglo, varios

investigadores han enriquecido la lista, ya larga, de sus

propiedades tradicionales, con nuevas funciones : el aloe vera

demuestra ser un excelente regulador biológico y un excelente

inmunoestimulante. Es apreciado por su facultad de acelerar la

regeneración celular postoperatoria. Actualmente, algunos

médicos americanos afirman obtener incluso buenos resultados

en el tratamiento del cáncer y del sida.

La rica composición en elementos nutritivos variados hace

también que la pulpa del aloe vera sea un alimento energético

muy completo.

Pero seamos prudentes. Esta reputación de “planta

milagrosa”, estos elogios, este ditirambo, ¿ No es demasiado

bonito ?

¿ No parece más bien una bella leyenda ? ¿ O quizá una

campaña propagandista vulgar y corriente para promocionar los

mil productos más o menos puros y más o menos eficaces que

se disponen a invadir el mundo ?

Lo que habla en favor de las virtudes intrínsecas del áloe es

que su uso fue adoptado por pueblos muy alejados

geográficamente, como el antiguo Egipto, la India (medicina

ayurvédica), la América precolombina, Madagascar, la

Australia primitiva, etc.

Está claro que esta fama “mágica” desanima y molesta a la

mayoría de científicos; los mismos, por cierto, que se burlan de

las medicinas suaves y niegan la eficacia de la mayoría de las

terapéuticas naturales, que califican de placebos*.

Pero eso no impide que un gran número de farmacéuticos,

biólogos y médicos serios estudien el áloe y confirmen algunas

de sus propiedades legendarias. ¡Mejor todavía! Incluso le han

descubierto nuevas virtudes, en particular sus propiedades

nutritivas.

La pulpa extraída de las hojas de esta planta es rica en

vitaminas, en sales minerales, en aminoácidos, en enzimas, y

también ofrece un alimento energético muy completo.

Pero este gel que se encuentra en las largas y carnosas hojas

de la planta se oxida rápidamente en contacto con el aire, y esta

corrupción le quita la mayoría de sus principios activos. Para

conservarlo, ya lo hemos visto, antaño se hacían secar las hojas

antes de reducirlas a polvo*. Este proceso se utiliza aún en

países tercermundistas, pero en nuestros países industrializados

se ha sustituido por métodos de conservación igualmente

naturales pero más modernos.

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